La primera vez que fui a la evangelización por las calles fue en San Felipe Neri, aunque no comprendía el sentido de la evangelización quería ayudar yendo a rezar. Me impactó mucho la iniciativa. En la siguiente evangelización me uní al coro, porque es hermoso rezar cantando, alabando a Dios y poniendo palabras a esa oración. Estuve en otras evangelizaciones cantando en el coro, hasta que un día sentí curiosidad por saber cómo era eso de salir a la calle en parejas. Me decía: “No será tan malo ni descabellado como creo o no será para tanto eso de salir a la calle a evangelizar”.
La primera vez que salí fue una noche mágica. En pocas palabras podría decir que es vivir en un momento, lo que es ser cristiano de verdad. Ves gente que nunca ha entrado en la iglesia rezando y llorando ante el altar, grupos de chavales que van de botellón y entran por curiosidad a ver que pasa… Es experimentar auténticamente lo que es una Iglesia con “las puertas abiertas”, con los de la calle, los jóvenes, los mayores, los niños…
Puedo decir sin ninguna duda que en cada evangelización recibes una lección de Dios. Si Dios llama, no hagas planes porque, si los haces, Él te los cambia y eso lo he vivido personalmente.
Es un verdadero y real encuentro con Dios que enriquece tanto rezando, cantando en el coro o saliendo o aunque sea simplemente yendo de paso. Si algo aporta el salir a evangelizar por la calle es que sirve para quitarnos el miedo, abrir nuestra mente y a acercarse a conocer los problemas de la gente de la calle. Simplemente observando, rezando y acompañando al que ya ha salido. Se trata de estar presente, de meditar y rezar para que salgan las palabras adecuadas, así de sencillo es.
La gente agradece de verdad, independientemente de ser creyente o no, agnóstico, ateo, musulmán…. el que les digan que existe un DIOS que les ama y les quiere.
Miriam Vicente Irujo